Con frecuencia intentamos esconder nuestras verdaderas emociones detrás de un disfraz, el cual utilizamos para protegernos de las miradas, opiniones y juicios ajenos. La mascarada es nuestra forma de ocultar lo que sentimos y como verdaderamente nos comportamos.
Disimular o reprimir sentimientos intrincados puede ser una táctica inventada para lidiar con el mundo, un mecanismo de supervivencia.
Los humanos nos hemos acostumbrado a las máscaras para atenuar el miedo y la vergüenza de expresar lo que sentimos. Estamos rodeados de presión social, que nos impide ser nosotros mismos. Sentimos la necesidad de encontrar tranquilidad y evitar la desaprobación, pero conseguimos justo lo contrario, desencadenando una escalada de emociones que a menudo se traduce en trastornos de ansiedad o depresión.
El único modo de reconciliarnos con nosotros mismos es aceptar las emociones que experimentamos y lidiar con ellas de una forma saludable. Para esto, debemos abrirnos a nosotros mismos, conocer nuestras verdaderas intenciones, pensamientos y, por supuesto, naturalmente los temores que nos sujetan.
Por lo tanto, es importante entender que, mientras más nos ocultamos detrás de velos épicos, emocionalmente hablando, nos estamos limitando para tener una vida plena y realmente satisfactoria.
Debemos aprender a conocer y aceptar nuestro yo verdadero, libre de toda la mascarada emocional que nos hemos creado para sobrevivir, para adaptarnos. Solo de esta manera podemos tener una verdadera salud mental, una salud mental sana y feliz.